Prédica narrativa basada en Isaías 11:1-10 y Mateo 3:1-12
Reflexión:
-Mamá, te digo que los vi, ahí estaban los dos, sentados en el monte: Isaías, el profeta, y Juan, ese que llaman el bautista, del que Mateo nos ha contado. Al bautista lo reconocí porque andaba con una especie de vestido de pelo de camello y llevaba un cinto de cuero alrededor de la cintura y lo vi comiendo langostas y miel silvestre, tal como Mateo lo describió.
Subí y me escondí detrás de unos arbustos y escuché que Isaías le decía que había sucedido como él lo había anunciado, que un descendiente de Isaí, el padre de David, iba a reinar con poder, pero no con esa clase de poder que todos y todas quieren tener, sino que iba a enseñar el amor a los más humildes, a los y las de las periferias y que haría justicia a los más pobres.
El bautista no hablaba tanto, escuchaba atento y parecía que a ratos se extraviaba en sus memorias de cuando bautizaba en el río Jordán a la gente que a él acudía buscando el perdón de sus pecados, porque él anunciaba que el reino de los cielos se acercaba y que debían arrepentirse.
Ambos hablaban de tiempos nuevos, de que anunciaron el nacimiento de UNO que transformaría todo lo conocido porque estaría lleno del Espíritu de Dios. Hablaban de amor, de justicia a los mansos, de esperanza para el pueblo oprimido.
Me gustó mucho cuando Isaías decía que algún día se juntarán el lobo y el cordero, la vaca y la osa, el león y el buey…eso quiere decir que el amor vencerá la violencia, ¿verdad, mamá?
Y de vez en cuando callaban y miraban al firmamento como tratando de encontrar algo, alguna señal de Aquel que habían anunciado. Luego miraban hacia a la ciudad, al centro, y se alegraban porque podían divisar algunos grupos que compartían la mesa, pero también se lamentaban porque finalmente, decían, muchos, sobre todos los suyos y los sacerdotes, no le creyeron y le mandaron a una muerte de cruz.
¿Por qué lloras, mamá?
-Hija, la gente se ha olvidado del verdadero sentido del nacimiento pobre de Jesús. Creen que eso es solo parte del relato y hasta lo han romantizado sin entender lo que hay detrás de su nacimiento, de su vida. Yo anduve con Jesús, fui una de las mujeres que le acompañaron. Yo presencié sus milagros, pude ver amor infinito en sus ojos. Muchas veces me senté a sus pies a escuchar Su Palabra y como nadie antes, él nos devolvió la dignidad a muchas de nosotras. Él nos transformó, partió el tiempo con su nacimiento, irrumpió en la Historia para cambiarla.
Su palabra llena de sabiduría y amor, sus actos de rebeldía ante el poder que mata, son sus mejores legados, no lo olvides nunca.
Lo que Isaías y Juan anunciaron se cumplió. Nosotras no pudimos detener su muerte, pero ahora yo, tú, todos y todas, debemos ser testigos de su Vida. …después de decirme eso, la mirada de mi madre se iluminó con esa fuerza y esa llenura tan propias de ella. Tomó mi mano y juntas seguimos caminando hacia la Asamblea del pueblo donde todxs tomaríamos decisiones sobre asuntos de la comunidad. Era mi primera vez en ese espacio y algo me decía que todo iba a ser diferente para mí desde aquel día.
Preguntas:
¿Qué reflexión te provocan el nacimiento y la vida de Jesús?
¿Cómo vives tú el tiempo de Adviento?
Oración:
Amado Jesús: Que todos y cada uno de nuestros actos reflejen nuestra fe y esa certeza profunda de que tu nacimiento, tu vida, no fueron en vano. Que la Ruah divina nos inhabite y nos convoque a la Paz basada en la justicia. Que aprendamos a ser compasivxs, lentxs para la ira y pródigos en amor y ternura, especialmente hacia lxs más débiles.
Esperamos en Ti un nuevo amanecer. Anunciamos y celebramos la eternidad de Tu vida en nosotrxs.
Gracias, Jesús
AUTORA:
Rev. Verónica Flachier
Ecuatoriana, comunicadora social, primera y única mujer pastora luterana de Ecuador.
Militante de la Fe y por la Vida, comprometida con la Paz, el diálogo ecuménico e interreligioso y la erradicación de todo tipo de violencia.
Defensora de Derechos Humanos, la Justicia Climática y la Justicia Social.
Compártelo en tus Redes Sociales